Quizás fue algún tronco caído a las orillas de un
río el primer medio de transporte utilizado por el ser humano, o probablemente
algún animal domesticado; lo cierto es que siempre ha permanecido el espíritu
de lucha por mejorar lo concebido; logrando así, evolucionar de la forma hoy
conocida; llegando a construirse grandes embarcaciones a velas o a vapor,
movidas por aspas gigantescas, que representaron el principal medio de
transporte por varios siglos. Hasta que a alguien se le ocurrió mirar hacia el
cielo y envidiar a las aves sus alas. Fue así como muchos hombres de ciencia,
decidieran crear un artefacto similar a las aves; con alas, cola, no obstante,
muchos resultaron infructuosos. Siguió la lucha y en 1.903 los hermanos Wright
lograron su cometido.
Es evidente el gran salto científico y tecnológico
dado entonces. Desde ese momento se ha trabajado muchísimo y se han rebasado
muchas metas. Los aviones de hoy día son, por ejemplo, muchísimo más rápidos
que los de entonces y que cualquier transporte terrestre o marino de cualquier
época pasada o presente; por ello su importancia al hablar de velocidades, pues
resulta claro que el volar brinda un sin número de ventajas a la hora de
moverse rápidamente.
Nunca se ha podido
predecir con lujo de detalles las consecuencias de alcanzar ciertas
velocidades, ya sean dichas consecuencias sobre el artefacto o sobre el piloto.
En un principio se desarmaban las alas, se caían los motores y nunca faltó un
giro mortal imprevisto a la hora de acelerar más y más; pero fue la práctica la
mejor maestra y poco a poco todo se solucionaba. Entonces alguien se una meta:
Rebasar la velocidad del sonido. Considerada la velocidad del sonido imposible
o por lo menos muy difícil de superar, quedaba solo la tarea de trabajar e
idear hasta lograr lo propuesto. Fue así como un buen día, a bordo de un
avión de gran poder y mucho ruido, se cruzó el cielo a una velocidad superior a
la del sonido. Es difícil imaginar el momento cuando el aparato aceleró y
produjo ese ¡Boom! que todos asociamos a la llamada "barrera del
sonido" pero es fácil suponer el gran sentimiento de satisfacción de los
realizadores.
Hoy día la velocidad del
sonido puede ser superada con relativa
facilidad, e inclusive varias veces su valor, produciéndose algunos fenómenos.
Sin embargo, la ambición, la curiosidad o grandes sueños hayan fijado lo que es
hoy día la próxima meta a rebasar: la velocidad de la luz.
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