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martes, 9 de agosto de 2011

Escribiendo en el silencio.



Para los apasionados de la música, los que en alguna ocasión hemos logrado componer a partir del silencio una melodía, plasmándola en una partitura, llegando a lograr un lenguaje que nos permite comunicarnos con el más allá. Simples notas son el Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si, notas musicales que todos conocemos y que una vez más nuestra curiosidad nos lleva a saber y conocer su origen. El nombre de las notas musicales se lo debemos a Guido Arezzo, un monje Benedicto considerado el “padre de la música”, quien utilizó el himno de San Juan Bautista estableciendo una serie de seis notas con distancias fijas entre ellas: 2 tonos enteros inferiores, 1 semitono central y 2 tonos enteros superiores. Guido inspiró sus sílabas de cada una de las estrofas del himno para dar nombre a las notas:
Ut queant laxix,
Resonare fibbris,
Mira gestorum,
muli tuorum,
Solve polluti,
Labiireatum
Sancte Ioannes.

La traducción es español sería “Para que las maravillas de tus obras puedan resonar en la voz serena de tu siervo, limpia el pecado de su labio manchado oh San Juan”. La nota Do en un principio se llamó Ut como vemos en el himno pero concretamente cambió en el siglo XVI. Toda esta idea de las notas musicales surgió de la necesidad nuevamente del hombre por perfeccionar su técnica en el canto gregoriano y así todos pudieran aprender el repertorio en menos tiempo de lo habitual (varios años).Y para ello ideó la utilización de líneas horizontales para fijar la altura de los sonidos. La música puede dar nombre a lo innombrable y comunicar lo desconocido.

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